EL ESPÍRITU DE LAS NAVIDADES PASADAS
Vosotros sois muy jóvenes y no lo habéis conocido, pero hubo un tiempo en el que los anuncios televisivos navideños no consistían en una sobredosis de mulatas con poses artificiosas anunciando perfumes de nombre farfullado con acento guiri o mongolo. Lo que entonces veíamos eran unas vedetes que estaban bastante buenas y que iban de "burbujas" de los cavas catalanes.
Las campanadas de Nochevieja no las daban vacaburras resentidas y bufones pesoeros cuya gracieta más celebrada es el insulto a la religión tradicional de los españoles. Tampoco esposas de cocineros con pinta de haber salido de un burdel de tercera regional y cuyo mayor mérito es la apología del mal gusto. En aquella época, las campanadas las daban unos payasetes inofensivos sacados de concursos pueblerinos que no ofendían a nadie.
Y había anuncios de juguetes de verdad: pistolas, fuertes y geypermanes para los niños y muñecos que cagaban y meaban para las niñas. Y las muñecas de Famosa se dirigían al Portal sin que ninguna feminichoni progreta considerase ofensiva esa marcha. Y los anuncios de turrón ("vueeelve a casa vuelve...") nos emocionaban un poco al recordarnos a los que ya nunca volverían.
Y en vez de las consabidas y sobreactuadas gracietas de José Mota, nos divertían los especiales de Martes y Trece y nos descojonábamos oyendo las sandeces de un payaso prominente en su única actuación anual (" me llena de odgullo y satidfación...").
No es que aquellas navidades fueran tampoco para tirar cohetes, pero no eran la puta mierda de ahora.