6 DE DICIEMBRE.
No fue lo peor el engaño obsceno que, aquel triste diciembre de 1978, los ladrones, sinvergüenzas y oportunistas urdieron para repartirse nuestra Patria como botín. Sigue produciendo arcadas su palabrería cínica prometiendo libertades y derechos de cartón piedra. Pero no fue lo peor.
Tampoco fue lo peor la hipocresía farisea de los que, habiendo sido los mayores beneficiarios del último franquismo - el franquismo ya decrépito de las renuncias y cesiones vergonzantes- se travistieron sin rubor de "demócratas de toda la vida" para seguir medrando.
Ni siquiera fue lo peor el regreso de los genocidas de la guerra civil abrazándose con un Secretario General del Movimiento traidor y con un anacrónico monarca putero al servicio de trilaterales y logias.
Lo peor fue hacer creer al ingenuo y despistado español de 1978 que unas bandas mafiosas llamadas partidos políticos eran los legítimos representantes de nuestra soberanía. Aún hay imbéciles que siguen creyéndolo.
Lo peor fue convertir la política española en un Patio de Monipodio. Lo peor fue socavar la unidad nacional montando unas taifas putrefactas a las que llamaron comunidades autónomas. Lo peor fue vender nuestra soberanía a las covachuelas multinacionales de Ginebra y Bruselas. Lo peor fue convertir nuestro Ejército en una oenegé cipaya al servicio del Pentágono sus pompas y sus obras.
Lo peor es la estupidez y papanatismo de los que hoy, convertidos en rebaño sumiso, globalista y políticamente correcto, celebran la promulgación de una ley nefasta que sirve de coartada a un Régimen podrido.