De una carta a Emile Bernard, el 26 de junio de 1888
Recuerdo haber predicado1 una noche en invierno, uno de los inviernos más fríos que tuvimos, el invierno después del incendio de Chicago. Había estado estudiando acerca de la gracia, y era la primera vez que hablaba de esto, así yo estaba completamente lleno. Recuerdo que recién salí de la casa, al primer hombre que vi le pregunté si sabía algo sobre la gracia de Dios, y traté de predicarle. Este hombre pensó que estaba loco. Seguí corriendo y vi a otro, pero finalmente me fui directo a la reunión.
No soy lo que debería ser: ¡ah, ¡qué imperfecto y deficiente! No soy lo que deseo ser; aborrezco lo que es malo, y me apego a lo que es bueno. No soy lo que espero ser...
“El autor británico John Baillie oraba diciendo: «Enséñame, oh Dios, a usar de tal modo todas las circunstancias de mi vida hoy, que puedan producir en mí frutos de santidad y no frutos de pecado»: